Annelisse Escobar
6ta Edición - Guatemala
Agosto 22, 2020
El servicio público, a veces trillado término para describir quienes trabajan en el Estado con recursos púbicos. Algunos académicos lo relacionan a la burocracia, o administración pública. Autores como Mises mencionan que esta última, “no se puede medir en términos económicos” debido a que no puede funcionar con un sistema basado en precios pero sí en función de cumplimiento de la ley. Esta gestión funciona basada en criterios estrictamente públicos. Se critica a los funcionarios muchas veces de ser empresarios políticos por una búsqueda progresiva de poder y funciones.
El arte de servir a los demás va mas allá lo mencionado anteriormente, de simplemente ostentar un cargo en el aparato público. Hay quienes llegaron a la arena política pensando en hacerse ricos, y a esos les digo que se equivocaron de oficio. Servir a los demás desde lo público requiere un movimiento que rete su definición. Se podrá tachar de una visión romántica, pero este elemento es transversal a puestos y funciones en un aparato tan difícil de dimensionar. El Estado debe ser consciente de que el único poder que tienen es el de impactar positiva o negativamente en la vida de un ciudadano. Este impacto no discrimina sector; desde hacer política, hacia los burócratas de carrera y me atreveré a trasladar esta vocación a la empresa o tercer sector inclusive.
Otros autores como Holcombe, señalan los riesgos de los grupos de interés dentro del Estado en la búsqueda de ganancias en el mismo proceso político. Obtener más poder y concentrar en sus manos el mayor número de competencias posibles no debería ser el destino fatalista del servidor público. Se discuten modelos para subsanar la misma desde una profesionalización para promover la meritocracia o un modelo basado más en confianza de gobiernos de turno capaz de una gestión de los más capacitados.
Así que planteo el reto, ¿hablar de servicio público puede desligarse de las agendas e ideologías en la manera de hacer política? Claro que de buenas intenciones no se logra impactar la realidad de nuestros entornos. Nuestros países carecen mucho de este elemento que en gran medida puede hacer la diferencia, la vocación. Esta chispa puede ser algo que se puede despertar para muchos que toman un asiento en la mesa, recordar para otros y rescatar para muchos que una vez llegaron con la ilusión de hacer la diferencia. Si bien el sistema de incentivos y modelos de gestión afinan los marcos donde se puede operar, hay un elemento que va desde lo individual hasta lo colectivo. No creo tener la receta ideal, pero esta es la invitación a pensar en los cómo llegar a esos rincones donde sí se puede hacer la diferencia y apostarle a quiénes ya están trabajando en este movimiento por lo público.
¿Qué significa para ti ser un servidor público?
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